sábado, 12 de enero de 2013

Una historia de (des)amor

La noche prometía. Después de una larga jornada sobre la bicicleta, tendríamos todo un hotel para nosotros solos. La habitación no era gran cosa: una pequeña cama, una mesa-noche y unas estanterías. La mosquitera, el único adorno. Pero daba igual. Tú estabas inquieta para empezar, dabas vueltas sobre la cama y me invitabas, seductora, a que apagara la luz. Te posabas y te reposabas sobre mí, me acariciabas suavemente y me susurrabas al oído exóticos versos que por incomprensibles que fueran,  conseguían mantenerme en vilo. Continuaste explorando mi cuerpo, dibujando misteriosa sendas de mordiscos de carmín, antes de bailar, africana, sobre mi cuerpo derrotado. Danzaste infatigable tu cuerpo frágil y pequeño, hasta que la primera luz del alba, interrumpió, indiscreto, nuestro íntimo encuentro. Más tarde amanecí, todavía a tu lado, exhausto y molido. Cobarde y severo, de un guantazo acabé contigo. 

¿Pero es que, acaso no hay peor compañera de encierro, amante oportunista, parásito gorrón, que un intrépido mosquito, temerario y desvergonzado, valiente y cabrón?

No hay comentarios:

Publicar un comentario